Aprender a leer y escribir generalmente depende de una planificación escolar que se extiende al hogar, a través de tareas que ayuden en su adquisición, siempre bajo la orientación de la maestra o el maestro, quien marcará la pauta de lo que se debe hacer y cómo hacerlo. Hasta aquí no hay nada novedoso sobre el asunto.  Sin embargo, para muchos padres inquietos por estimular el aprendizaje de sus hijos/as, la pregunta sale a flote ¿Qué actividad le puedo ofrecer en casa, distinta, divertida, que le interese y lo más importante: que le ayude con la lectura y escritura?   Hoy quiero compartir con ustedes parte de mi experiencia de ese aprendizaje que ofrecimos a nuestra hija.

Sabemos que en casa se lee y se escribe por razones reales, significativas y contextualizadas, es decir: leemos los recibos para el pago de los servicios, algún contrato, récipes, la prensa, libros de texto, literatura, etc. Cuando mi hija era pequeña, vivíamos en Mérida (Venezuela), una ciudad movida por su universidad. Era común visitar a los amigos sin previo aviso, eso significaba que también leíamos alguna nota que nos dejaba por debajo de la puerta, alguien que intentaba visitarnos y al no encontrarnos, daba cuenta de su paso. Todo esto ella también lo vivía como cualquier otro niño, con las diferencias propias de cada hogar, que se relaciona con la lectura y escritura por alguna razón (Ferreiro 2003).

La reflexión, aunque sencilla, es que en la vida real, la vida cotidiana, leer y escribir sirve para comunicarnos de verdad verdad. Nadie recibe un mensaje o lee un texto con una historia que diga “papá fuma la pipa, el oso se asoma o mamá hace la sopa”. Los mensajes tienen que ver con la vida. Y cuando también leemos un texto literario, igualmente tiene vida, nos toca en lo profundo, nos identifica y nos ofrece nuevas vivencias junto a los personajes que acompañamos.

Una estrategia que nos resultó fabulosa para estimular la lectura y escritura de nuestra hija tuvo que ver con la llegada de San Nicolás, que bien podía ser el Niño Jesús o los Reyes Magos. Lo cierto es que esta figura, junto a las otras, gozaba de un alto aprecio por su generosidad y cuando ni siquiera sabía escribir, estaba muy atenta de la carta que debía hacerse, hablaba de él continuamente y un 24 de diciembre ¡Oh sorpresa! recibió junto a sus regalos una carta de San Nicolás.

Imaginen a sus pequeños recibiendo también cartas de alguno de estos personajes, la alegría unida a la sorpresa es indescriptible. Mi hija se aprendió de memoria su contenido, la mostraba y leía a todos los miembros de la familia, visitas y a sus amiguitas y amiguitos que no salían de su asombro y deseo por recibir también una misiva de tan apreciado amigo. De inmediato le propusimos que le respondiera y a partir de allí, durante todo el año mantenía correspondencia con San Nicolás, quien algunas veces le daba recomendaciones que ella intentaba (no siempre con éxito) atender, como guardar los juguetes en su lugar, hacer la tarea y también compartían sucesos muy cómicos, se contaban sobre sus comidas o postres favoritos.

Al principio escribía como creía y al lado o debajo de su escrito, lo hacía su papá o yo, de manera alfabética, para mostrarle la forma convencional de la escritura, aunque como era Santa, no importaba porque él podía leer su letra; más adelante escribía sola, preguntaba cómo se escribía una palabra y luego compartíamos su escrito. Si iba a hablar de su perro, como la letra “P” suena como si llevara la “E”, ella escribía PRO (por perro), progresivamente su escritura se fue acercando más a la forma convencional.

Todos disfrutamos del intercambio, nuevas actividades animaron el gusto por leer y escribir. Algunos/as amiguitos/as prefirieron hacer cartas a personajes favoritos, otras veces escribían frases en papeles que luego se convertían en avioncitos para hacerlas volar. Este encuentro con Santa abrió nuevas formas de acercarnos a la lectura y escritura, de manera creativa, divertida y sobre todo cargada de profunda emotividad.

Si algún lector disiente de esta estrategia porque considera que no debemos alejar a nuestros niños de la realidad, le recuerdo que la fantasía nos habita desde la infancia hasta la adultez, transformada en lo que Freud llamó “sueños diurnos”. “El adulto […] en vez de jugar, ahora fantasea. Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos (Freud, p.128).

 

Los invito a proponer a sus pequeños/as actividades de este tipo. Cuando abrimos el espacio de la lectura y escritura desde el disfrute, su aprendizaje adquiere una importancia fundamental.

 

Referencias

Ferreiro, Emilia. y Teberosky, Ana (2003). Los sistemas de escritura en el desarrollo del niño. España: Siglo XXI.

 

Freud, Sigmund (1906- 1908).Obras completas IX. Amorrortu editores.

https://www.bibliopsi.org/docs/carreras/obligatorias/CFG/11ninez/paolichi/Primer%20cuatrimestre%202020/Freud-%20El%20creador%20literario.pdf

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